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Lectio Divina. Domingo 26o. Tiempo Ordinario Tiempo Ordinario Ciclo C. Oración con el Evangelio. Autor: P. Martín Irure | Fuente: Catholic.net 1. INVOCA Prepara tu ánimo para la oración. Es tiempo de salvación y de encuentro con el Señor. Deja a un lado tus planes y proyectos, para que no te distraigan de este diálogo con el Padre. Él te va a entregar su Palabra, su Hijo, que una vez más, viene con su Espíritu, para anidar en tu corazón, como un día tomó carne humana en María. Orar es: crecer en el amor, vivir con alegría el momento presente, no llorar por los tiempos pasados. Orar es: mirar siempre al futuro, poner los pies en la realidad, abandonarte en Él cada día. Invoca al Espíritu, que está dispuesto para inspirarte: Veni, Sancte Spiritus: Ven, Espíritu Santo, te abro la puerta, entra en la celda pequeña de mi propio corazón, llena de luz y de fuego mis entrañas, como un rayo láser opérame de cataratas, quema la escoria de mis ojos que no me deja ver tu luz. Ven. Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos. No me dejes solo en esta aventura, por este sendero. Quiero que tú seas mi guía y mi aliento, mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz. Te necesito en mi noche como una gran tea luminosa y ardiente que me ayude a escudriñar las Escrituras. Tú que eres viento, sopla el rescoldo y enciende el fuego. Que arda la lumbre sin llamas ni calor. Tengo la vida acostumbrada y aburrida. Tengo las respuestas rutinarias, mecánicas, aprendidas. Tú que eres viento, enciende la llama que engendra la luz. Tú que eres viento, empuja mi barquilla en esta aventura apasionante de leer tu Palabra, de encontrar a Dios en la Palabra, de encontrarme a mí mismo en la lectura. Oxigena mi sangre al ritmo de la Palabra para que no me muera de aburrimiento. Sopla fuerte, limpia el polvo, llévate lejos todas las hojas secas y todas las flores marchitas de mi propio corazón. Ven, Espíritu Santo, acompáñame en esta aventura y que se renueve la cara de mi vida ante el espejo de tu Palabra. Agua, fuego, viento, luz. Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza) 2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 16, 19-31) (Qué dice la Palabra de Dios) 1. Había un hombre rico... había un pobre, llamado Lázaro (vs. 19-20) Estos dos personajes de la parábola están relacionadas entre sí. Uno es pobre porque el otro es rico. La pobreza tiene rostro en Lázaro y la riqueza tiene rostro en el hombre rico. Por otra parte, son personas que representan dos mundos cerrados, dos universos separados por el abismo de un estilo diferente de vida, aquí y en el más allá. La primera escena se desarrolla en este mundo. Y se dan estos contrastes: • el rico no tiene nombre. Sólo existe por lo que tiene. Popularmente se le llama Epulón, el comilón. • el pobre, que suele ser anónimo, aquí lleva su nombre Lázaro, que significa Dios ayuda. • entre el rico que come espléndidamente y el pobre Lázaro hay una puerta, una separación, que se cierra. • el pobre, al morir, fue llevado por los ángeles. El rico es sepultado. La segunda escena tiene lugar en el reino de los muertos: el cielo y el infierno. Entre ambos, un abismo. No hay paso de un lugar a otro, ni para ayudarse, ni para comunicarse. La tercera escena. En el fondo está nuestra vida cotidiana. Aparecen los cinco hermanos del rico. Se podría llegar hasta ellos y avisarles. Pero es inútil, porque su corazón está cerrado. No harán caso aunque resucite un muerto (v. 31). Vemos que los rechazos del amor son insalvables. Cada uno busca su fracaso o su felicidad. La respuesta al Amor es lo que nos salva, cuando amamos a los hermanos. 2. Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los escuchen! (v. 29) El mensaje de Jesús es claro. Nuestro futuro lo vamos trabajando aquí. La salvación plena se va preparando en la tierra. Y cada uno ha de esmerarse en vivir el Amor de Dios con el amor práctico a los hermanos. La Ley y los profetas lo dijeron muchas veces en el Antiguo Testamento. Y Jesús, el profeta de los profetas, lo enseñó claramente: Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros (Jn 13, 34). La Palabra de Dios es clara: Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron (Mt 25, 40). . “Al atardecer de la vida nos juzgarán del amor” (San Juan de la Cruz). La conversión requiere la escucha de la Palabra y la respuesta con nuestra vida a tal enseñanza vital. Y para recibir la Palabra que nos convierta, hay que escucharla con atención, con nuestros oídos puestos en ella, dejando a un lado tantos apegos a los bienes que acumulamos. No pueden servir a Dios y al dinero (Lc 16, 13). Nos advirtió claramente Jesús. Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto (v. 31). Así termina la enseñanza de Jesús en esta parábola. ¡Cuántos cristianos que viven tibiamente su fe, sin compromiso con el hermano necesitado, buscan signos raros y especiales! A éstos también se les aplica la advertencia de Jesús. Pues, si no oyen la Palabra, aunque vean signos prodigiosos, tales signos no les motivarán a una conversión sincera. La fe en Jesucristo (¡ya resucitó un muerto!) es la que ha de conducir al cambio sincero de vida y de conducta. Pero, de verdad la fe que proclaman y que dicen tener es tan débil que no les lleva a la conversión y al compromiso con el hermano necesitado. 3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios) Cada uno de nosotros puede ir levantando ese muro o abismo de separación con aquellos hermanos que sufren carencias físicas, psicológicas o espirituales. Para derribarlo tenemos que seguir la enseñanza de Jesús, clara y tajante: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al extraño, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al que está preso en la cárcel (Mt 25, 35). El testimonio que el Evangelio pide al cristiano es la conversión, que compromete toda la existencia de aquel que optó por ser discípulo de Jesús. El rico epulón no fue condenado sólo por su riqueza. Sino porque no la compartió con el que necesitaba mucho más que él, con el que se estaba muriendo al lado de su puerta. 4. ORA (Qué le respondo a la Palabra de Dios) Gracias, Jesús, por este mensaje tan claro y tan práctico. Quiero vivirlo, llevarlo a mi conducta, aunque me cueste. Quiero pensar que lo que tengo no es solamente mío, sino de aquellas personas que lo necesitan. Deseo sentirme solidario y caritativo con los que padecen alguna necesidad. Sabiendo que lo que hago a uno de mis hermanos, a Ti en persona te lo hago. Haz que, con mis actos, sea consecuente con esta enseñanza que me das en tu Evangelio. 5. CONTEMPLA A Jesús, que está presente en tantos marginados de la sociedad. A Jesús, que me recuerda constantemente su mandamiento único: Ámense unos a otros como yo los he amado. A mí mismo, tan necesitado de ser coherente con la fe en Jesús y la caridad con el hermano. 6. ACTÚA Agradeceré al Señor la vocación que me ha regalado para servir a los hermanos. Repetiré con frecuencia: Sólo el amor nos salvará.


1. INVOCA

  • Prepara tu ánimo para la oración. Es tiempo de salvación y de encuentro con el Señor.

  • Deja a un lado tus planes y proyectos, para que no te distraigan de este diálogo con el Padre.

  • Él te va a entregar su Palabra, su Hijo, que una vez más, viene con su Espíritu, para anidar en tu corazón, como un día tomó carne humana en María.

  • Orar es: crecer en el amor, vivir con alegría el momento presente, no llorar por los tiempos pasados.

  • Orar es: mirar siempre al futuro, poner los pies en la realidad, abandonarte en Él cada día.

  • Invoca al Espíritu, que está dispuesto para inspirarte: Veni, Sancte Spiritus:

    Ven, Espíritu Santo,
    te abro la puerta,
    entra en la celda pequeña
    de mi propio corazón,
    llena de luz y de fuego mis entrañas,
    como un rayo láser opérame
    de cataratas,
    quema la escoria de mis ojos
    que no me deja ver tu luz.

    Ven. Jesús prometió
    que no nos dejaría huérfanos.
    No me dejes solo en esta aventura,
    por este sendero.
    Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
    mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
    Te necesito en mi noche
    como una gran tea luminosa y ardiente
    que me ayude a escudriñar las Escrituras.

    Tú que eres viento,
    sopla el rescoldo y enciende el fuego.
    Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
    Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
    Tengo las respuestas rutinarias,
    mecánicas, aprendidas.
    Tú que eres viento,
    enciende la llama que engendra la luz.
    Tú que eres viento, empuja mi barquilla
    en esta aventura apasionante
    de leer tu Palabra,
    de encontrar a Dios en la Palabra,
    de encontrarme a mí mismo
    en la lectura.

    Oxigena mi sangre
    al ritmo de la Palabra
    para que no me muera de aburrimiento.
    Sopla fuerte, limpia el polvo,
    llévate lejos todas las hojas secas
    y todas las flores marchitas
    de mi propio corazón.

    Ven, Espíritu Santo,
    acompáñame en esta aventura
    y que se renueve la cara de mi vida
    ante el espejo de tu Palabra.
    Agua, fuego, viento, luz.
    Ven, Espíritu Santo. Amén.
    (A. Somoza)


    2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 16, 19-31) (Qué dice la Palabra de Dios)

    1. Había un hombre rico... había un pobre, llamado Lázaro (vs. 19-20)


  • Estos dos personajes de la parábola están relacionadas entre sí. Uno es pobre porque el otro es rico. La pobreza tiene rostro en Lázaro y la riqueza tiene rostro en el hombre rico.

  • Por otra parte, son personas que representan dos mundos cerrados, dos universos separados por el abismo de un estilo diferente de vida, aquí y en el más allá.

  • La primera escena se desarrolla en este mundo. Y se dan estos contrastes:
    • el rico no tiene nombre. Sólo existe por lo que tiene. Popularmente se le llama Epulón, el comilón.
    • el pobre, que suele ser anónimo, aquí lleva su nombre Lázaro, que significa Dios ayuda.
    • entre el rico que come espléndidamente y el pobre Lázaro hay una puerta, una separación, que se cierra.
    • el pobre, al morir, fue llevado por los ángeles. El rico es sepultado.

  • La segunda escena tiene lugar en el reino de los muertos: el cielo y el infierno. Entre ambos, un abismo. No hay paso de un lugar a otro, ni para ayudarse, ni para comunicarse.

  • La tercera escena. En el fondo está nuestra vida cotidiana. Aparecen los cinco hermanos del rico. Se podría llegar hasta ellos y avisarles. Pero es inútil, porque su corazón está cerrado. No harán caso aunque resucite un muerto (v. 31).

  • Vemos que los rechazos del amor son insalvables. Cada uno busca su fracaso o su felicidad. La respuesta al Amor es lo que nos salva, cuando amamos a los hermanos.

    2. Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los escuchen! (v. 29)

  • El mensaje de Jesús es claro. Nuestro futuro lo vamos trabajando aquí. La salvación plena se va preparando en la tierra. Y cada uno ha de esmerarse en vivir el Amor de Dios con el amor práctico a los hermanos. La Ley y los profetas lo dijeron muchas veces en el Antiguo Testamento. Y Jesús, el profeta de los profetas, lo enseñó claramente: Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros (Jn 13, 34).

  • La Palabra de Dios es clara: Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron (Mt 25, 40). . “Al atardecer de la vida nos juzgarán del amor” (San Juan de la Cruz).

  • La conversión requiere la escucha de la Palabra y la respuesta con nuestra vida a tal enseñanza vital. Y para recibir la Palabra que nos convierta, hay que escucharla con atención, con nuestros oídos puestos en ella, dejando a un lado tantos apegos a los bienes que acumulamos. No pueden servir a Dios y al dinero (Lc 16, 13). Nos advirtió claramente Jesús.

  • Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto (v. 31). Así termina la enseñanza de Jesús en esta parábola. ¡Cuántos cristianos que viven tibiamente su fe, sin compromiso con el hermano necesitado, buscan signos raros y especiales! A éstos también se les aplica la advertencia de Jesús. Pues, si no oyen la Palabra, aunque vean signos prodigiosos, tales signos no les motivarán a una conversión sincera.

  • La fe en Jesucristo (¡ya resucitó un muerto!) es la que ha de conducir al cambio sincero de vida y de conducta. Pero, de verdad la fe que proclaman y que dicen tener es tan débil que no les lleva a la conversión y al compromiso con el hermano necesitado.


    3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

  • Cada uno de nosotros puede ir levantando ese muro o abismo de separación con aquellos hermanos que sufren carencias físicas, psicológicas o espirituales. Para derribarlo tenemos que seguir la enseñanza de Jesús, clara y tajante: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al extraño, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al que está preso en la cárcel (Mt 25, 35).

  • El testimonio que el Evangelio pide al cristiano es la conversión, que compromete toda la existencia de aquel que optó por ser discípulo de Jesús.

  • El rico epulón no fue condenado sólo por su riqueza. Sino porque no la compartió con el que necesitaba mucho más que él, con el que se estaba muriendo al lado de su puerta.


    4. ORA (Qué le respondo a la Palabra de Dios)

  • Gracias, Jesús, por este mensaje tan claro y tan práctico. Quiero vivirlo, llevarlo a mi conducta, aunque me cueste. Quiero pensar que lo que tengo no es solamente mío, sino de aquellas personas que lo necesitan.

  • Deseo sentirme solidario y caritativo con los que padecen alguna necesidad. Sabiendo que lo que hago a uno de mis hermanos, a Ti en persona te lo hago.

  • Haz que, con mis actos, sea consecuente con esta enseñanza que me das en tu Evangelio.


    5. CONTEMPLA

  • A Jesús, que está presente en tantos marginados de la sociedad.

  • A Jesús, que me recuerda constantemente su mandamiento único: Ámense unos a otros como yo los he amado.

  • A mí mismo, tan necesitado de ser coherente con la fe en Jesús y la caridad con el hermano.


    6. ACTÚA


  • Agradeceré al Señor la vocación que me ha regalado para servir a los hermanos.

  • Repetiré con frecuencia: Sólo el amor nos salvará.

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    1. INVOCA

  • Prepara tu ánimo para la oración. Es tiempo de salvación y de encuentro con el Señor.

  • Deja a un lado tus planes y proyectos, para que no te distraigan de este diálogo con el Padre.

  • Él te va a entregar su Palabra, su Hijo, que una vez más, viene con su Espíritu, para anidar en tu corazón, como un día tomó carne humana en María.

  • Orar es: crecer en el amor, vivir con alegría el momento presente, no llorar por los tiempos pasados.

  • Orar es: mirar siempre al futuro, poner los pies en la realidad, abandonarte en Él cada día.

  • Invoca al Espíritu, que está dispuesto para inspirarte: Veni, Sancte Spiritus:

    Ven, Espíritu Santo,
    te abro la puerta,
    entra en la celda pequeña
    de mi propio corazón,
    llena de luz y de fuego mis entrañas,
    como un rayo láser opérame
    de cataratas,
    quema la escoria de mis ojos
    que no me deja ver tu luz.

    Ven. Jesús prometió
    que no nos dejaría huérfanos.
    No me dejes solo en esta aventura,
    por este sendero.
    Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
    mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
    Te necesito en mi noche
    como una gran tea luminosa y ardiente
    que me ayude a escudriñar las Escrituras.

    Tú que eres viento,
    sopla el rescoldo y enciende el fuego.
    Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
    Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
    Tengo las respuestas rutinarias,
    mecánicas, aprendidas.
    Tú que eres viento,
    enciende la llama que engendra la luz.
    Tú que eres viento, empuja mi barquilla
    en esta aventura apasionante
    de leer tu Palabra,
    de encontrar a Dios en la Palabra,
    de encontrarme a mí mismo
    en la lectura.

    Oxigena mi sangre
    al ritmo de la Palabra
    para que no me muera de aburrimiento.
    Sopla fuerte, limpia el polvo,
    llévate lejos todas las hojas secas
    y todas las flores marchitas
    de mi propio corazón.

    Ven, Espíritu Santo,
    acompáñame en esta aventura
    y que se renueve la cara de mi vida
    ante el espejo de tu Palabra.
    Agua, fuego, viento, luz.
    Ven, Espíritu Santo. Amén.
    (A. Somoza)


    2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 16, 19-31) (Qué dice la Palabra de Dios)

    1. Había un hombre rico... había un pobre, llamado Lázaro (vs. 19-20)


  • Estos dos personajes de la parábola están relacionadas entre sí. Uno es pobre porque el otro es rico. La pobreza tiene rostro en Lázaro y la riqueza tiene rostro en el hombre rico.

  • Por otra parte, son personas que representan dos mundos cerrados, dos universos separados por el abismo de un estilo diferente de vida, aquí y en el más allá.

  • La primera escena se desarrolla en este mundo. Y se dan estos contrastes:
    • el rico no tiene nombre. Sólo existe por lo que tiene. Popularmente se le llama Epulón, el comilón.
    • el pobre, que suele ser anónimo, aquí lleva su nombre Lázaro, que significa Dios ayuda.
    • entre el rico que come espléndidamente y el pobre Lázaro hay una puerta, una separación, que se cierra.
    • el pobre, al morir, fue llevado por los ángeles. El rico es sepultado.

  • La segunda escena tiene lugar en el reino de los muertos: el cielo y el infierno. Entre ambos, un abismo. No hay paso de un lugar a otro, ni para ayudarse, ni para comunicarse.

  • La tercera escena. En el fondo está nuestra vida cotidiana. Aparecen los cinco hermanos del rico. Se podría llegar hasta ellos y avisarles. Pero es inútil, porque su corazón está cerrado. No harán caso aunque resucite un muerto (v. 31).

  • Vemos que los rechazos del amor son insalvables. Cada uno busca su fracaso o su felicidad. La respuesta al Amor es lo que nos salva, cuando amamos a los hermanos.

    2. Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los escuchen! (v. 29)

  • El mensaje de Jesús es claro. Nuestro futuro lo vamos trabajando aquí. La salvación plena se va preparando en la tierra. Y cada uno ha de esmerarse en vivir el Amor de Dios con el amor práctico a los hermanos. La Ley y los profetas lo dijeron muchas veces en el Antiguo Testamento. Y Jesús, el profeta de los profetas, lo enseñó claramente: Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros (Jn 13, 34).

  • La Palabra de Dios es clara: Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron (Mt 25, 40). . “Al atardecer de la vida nos juzgarán del amor” (San Juan de la Cruz).

  • La conversión requiere la escucha de la Palabra y la respuesta con nuestra vida a tal enseñanza vital. Y para recibir la Palabra que nos convierta, hay que escucharla con atención, con nuestros oídos puestos en ella, dejando a un lado tantos apegos a los bienes que acumulamos. No pueden servir a Dios y al dinero (Lc 16, 13). Nos advirtió claramente Jesús.

  • Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto (v. 31). Así termina la enseñanza de Jesús en esta parábola. ¡Cuántos cristianos que viven tibiamente su fe, sin compromiso con el hermano necesitado, buscan signos raros y especiales! A éstos también se les aplica la advertencia de Jesús. Pues, si no oyen la Palabra, aunque vean signos prodigiosos, tales signos no les motivarán a una conversión sincera.

  • La fe en Jesucristo (¡ya resucitó un muerto!) es la que ha de conducir al cambio sincero de vida y de conducta. Pero, de verdad la fe que proclaman y que dicen tener es tan débil que no les lleva a la conversión y al compromiso con el hermano necesitado.


    3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

  • Cada uno de nosotros puede ir levantando ese muro o abismo de separación con aquellos hermanos que sufren carencias físicas, psicológicas o espirituales. Para derribarlo tenemos que seguir la enseñanza de Jesús, clara y tajante: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al extraño, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al que está preso en la cárcel (Mt 25, 35).

  • El testimonio que el Evangelio pide al cristiano es la conversión, que compromete toda la existencia de aquel que optó por ser discípulo de Jesús.

  • El rico epulón no fue condenado sólo por su riqueza. Sino porque no la compartió con el que necesitaba mucho más que él, con el que se estaba muriendo al lado de su puerta.


    4. ORA (Qué le respondo a la Palabra de Dios)

  • Gracias, Jesús, por este mensaje tan claro y tan práctico. Quiero vivirlo, llevarlo a mi conducta, aunque me cueste. Quiero pensar que lo que tengo no es solamente mío, sino de aquellas personas que lo necesitan.

  • Deseo sentirme solidario y caritativo con los que padecen alguna necesidad. Sabiendo que lo que hago a uno de mis hermanos, a Ti en persona te lo hago.

  • Haz que, con mis actos, sea consecuente con esta enseñanza que me das en tu Evangelio.


    5. CONTEMPLA

  • A Jesús, que está presente en tantos marginados de la sociedad.

  • A Jesús, que me recuerda constantemente su mandamiento único: Ámense unos a otros como yo los he amado.

  • A mí mismo, tan necesitado de ser coherente con la fe en Jesús y la caridad con el hermano.


    6. ACTÚA


  • Agradeceré al Señor la vocación que me ha regalado para servir a los hermanos.

  • Repetiré con frecuencia: Sólo el amor nos salvará.

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