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Ante los espíritus críticos, ¿cómo actuar? |
Lo que leen o lo que escuchan es desmenuzado sin misericordia. Señalan puntualmente errores reales o imaginarios, potenciales peligros en cada afirmación analizada, imprecisiones y lagunas, incluso intenciones escondidas y proyectos llenos de malicia.
Ante esos espíritus es casi imposible construir un discurso aceptable. Si hablas, porque hablas. Si callas, porque callas. Si afirmas, porque afirmas. Si niegas, porque niegas. Si te limitas a dar opiniones, porque no te pronuncias. Si preguntas, porque buscas enredar a los oyentes. Si respondes, porque eres un fanático que presumes de poseer la verdad absoluta.
Hagas lo que hagas, el espíritu crítico caerá sobre ti. Su único deseo es contradecirte. No hay escapatoria: si has empezado a dialogar con él, estás perdido.
Desde luego, el espíritu crítico no actúa así con todos, pues de lo contrario le resultaría imposible vivir en sociedad. Selecciona a sus “adversarios”, y a esos no los deja descansar. Emplea lo mejor de su inteligencia para preparar flechas con la que contradecir a sus “víctimas”. Tras una aparente escucha, arremete con minuciosidad y argucia contra todo lo dicho por el otro.
Ante personas así, casi resulta inútil medir las propias palabras. Uno está, simplemente, condenado al desprecio y la derrota, si así lo ha decidido el espíritu crítico.
No todos llegan al radicalismo aquí descrito. Hay ocasiones más tranquilas, como cuando el espíritu crítico se limita a un argumento concreto o hacia tal o cual persona, grupo o institución. En esos casos, los críticos actúan con normalidad en muchos temas, pero lanzan su ofensiva dialéctica hacia los blancos predeterminados. Son críticos selectivos, a veces por temporadas, y según motivos más o menos concretos.
Entonces, ¿vale la pena argumentar con alguien así? Depende. Si no existe ningún atisbo de buena voluntad, cualquier esfuerzo por ofrecer un razonamiento más o menos elaborado será inútil: el espíritu crítico saltará a la yugular sin compasión...
En cambio, si hay aunque sólo sea una pequeña posibilidad de apertura de mente y de corazón, será posible, al menos, sembrar el terreno de confianza y benevolencia, que son indispensables para que inicie un intercambio de opiniones constructivo, sereno y enriquecedor para ambas partes.
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Que Jesús reine en nuestros corazones
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