Resibe la información de esta pagina en tu correo electrónico Registrate

Ingresa tu correo electrónico y recibe a Diario  todo nuestro contenido  "Recuerda, que debes darte de  alta desde tu correo electrónico"

Comunidad Mundial Totus Tuus

Te gusto esta pagina

Google

Eventos He invitaciones

*

*

*

Tu evento tambien  puede estar aqui contactanos en nuestro correo  
comunidadmumndialtotutuus@gmail.com

Like

martes

Los misterios por los que vivimos


En los dos domingos siguientes a Pentecostés, nuestra Iglesia nos pide reflexionar sobre los dos misterios centrales de nuestra fe católica.
Así, el último domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Este domingo contemplaremos Corpus Christi, el misterio del Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo, la Eucaristía.
La Iglesia nos da estas fiestas como una especie de resumen de nuestra identidad como católicos.
Jesús prometió que Él y su Padre enviarían el Espíritu de verdad a su Iglesia. Él dijo que el Espíritu nos guiaría a la comprensión de los propósitos más profundos de su misión y enseñanzas.

Desde ese primer Pentecostés, el Espíritu ha conducido a la Iglesia a ver que  todo lo que Jesús vino a revelar, puede resumirse en esos dos grandes misterios.
La Trinidad y la Eucaristía nos dicen quién es Dios y cuánto nos ama. Ellos nos hablan sobre sus grandes expectativas para nuestras vidas. Y esos misterios nos hablan de su plan para el mundo.
A veces es difícil, todos nuestros deberes y actividades pueden abrumarnos, y perder de vista la verdad de que nuestras vidas tienen un propósito y dirección a los ojos de Dios. Podemos sentir de la misma manera sobre nuestro mundo, en medio de muchas tensiones y luchas y mucha confusión. Algunas veces podemos preguntarnos si Dios realmente cuida de todo esto.
¡Pero lo hace! Dios tiene un hermoso plan de amor para cada uno de nosotros y para nuestro mundo. Dios se revela –en los eventos de la historia y de nuestra propia vida- lo que el Catecismo de la Iglesia Católica llama “su economía de salvación.”
El plan de amor de Dios tiene una meta. Él quiere unir todo en el cielo y en la tierra en perfecta unidad en Jesucristo. Él quiere que tú y yo –y todos  en el mundo entero- compartan en la gloria de su vida bendita como la Trinidad.
San Agustín dijo, “Si ustedes ven amor, ustedes ven la Trinidad.” Hay una hermosa sencillez en lo que Dios quiere para nuestra vida y para la creación. Dios es amor. Él nos hizo para amar y ser amados.
La economía de la salvación continúa en la misión de la Iglesia. Por eso es que Jesús nos manda a bautizar a los hombres y mujeres de todas las naciones en la vida de la Trinidad.
El Padre nos hace sus hijos e hijas amados en el Bautismo. Por medio de su Espíritu de amor, Él viene a morar dentro de nosotros, para que así podamos compartir su vida divina y su santidad. Él quiere transformarnos lentamente, poco a poco mediante su amor, en la imagen de su Hijo.
La Eucaristía revela este plan de amor. Como Jesús se dio a sí mismo en amor para compartir nuestra condición humana, ahora Él se da a sí mismo como nuestro pan diario. Para fortalecernos en nuestra jornada en esta vida. Para estar con nosotros y vivir con nosotros. Para que crezca su vida divina dentro de nosotros.
La Eucaristía es el sacramento del amor y una escuela de amor. En tanto que nosotros encontramos a Jesús escondido bajo las apariencias del pan y el vino, comenzamos a sentir su presencia en la gente que encontramos cada día. Comenzamos a verlos bajo una nueva perspectiva –como hijos de Dios y nuestros hermanos y hermanas; como compañeros que comparten en la vida bendita de Dios.
Del amor aprendemos amor. Encontramos verdadera felicidad en abrirnos para recibir el amor de Dios y el amor de otros.
Este año, yo veo un hermoso simbolismo en nuestras celebraciones de esas dos grandes fiestas.
La semana pasada, el día anterior al Domingo de la Trinidad, ordené cuatro nuevos sacerdotes. Esta semana, el día anterior a Corpus Christi, ordenaré nuevos diáconos para servir en el altar de Dios.
Este es un hermoso recuerdo de que el ministro ordenado permanece en el corazón de la misión de la Iglesia y en el corazón de la economía de salvación de Dios. En el plan de Dios, el sacerdote es un servidor y un signo. El sacerdote abre para nosotros el corazón de Jesucristo. Él es el instrumento que nos da las aguas vivas y el pan de vida.
Oremos esta semana unos por otros –especialmente por nuestros sacerdotes que nos traen a Jesús. Y recordemos orar cada día para que Jesús llame muchos más hombres a este hermoso trabajo de ser sus sacerdotes.
Pidamos a María, nuestra Santísima Madre, que nos ayude a entender realmente los misterios de nuestra fe, y a vivir realmente esos misterios. De modo que podamos conocer la verdadera alegría en esta vida. Y así, que cada día nos preparemos para vivir para siempre en la luz bendita del Reino por venir.
Leer más

En los dos domingos siguientes a Pentecostés, nuestra Iglesia nos pide reflexionar sobre los dos misterios centrales de nuestra fe católica.
Así, el último domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Este domingo contemplaremos Corpus Christi, el misterio del Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo, la Eucaristía.
La Iglesia nos da estas fiestas como una especie de resumen de nuestra identidad como católicos.
Jesús prometió que Él y su Padre enviarían el Espíritu de verdad a su Iglesia. Él dijo que el Espíritu nos guiaría a la comprensión de los propósitos más profundos de su misión y enseñanzas.

Desde ese primer Pentecostés, el Espíritu ha conducido a la Iglesia a ver que  todo lo que Jesús vino a revelar, puede resumirse en esos dos grandes misterios.
La Trinidad y la Eucaristía nos dicen quién es Dios y cuánto nos ama. Ellos nos hablan sobre sus grandes expectativas para nuestras vidas. Y esos misterios nos hablan de su plan para el mundo.
A veces es difícil, todos nuestros deberes y actividades pueden abrumarnos, y perder de vista la verdad de que nuestras vidas tienen un propósito y dirección a los ojos de Dios. Podemos sentir de la misma manera sobre nuestro mundo, en medio de muchas tensiones y luchas y mucha confusión. Algunas veces podemos preguntarnos si Dios realmente cuida de todo esto.
¡Pero lo hace! Dios tiene un hermoso plan de amor para cada uno de nosotros y para nuestro mundo. Dios se revela –en los eventos de la historia y de nuestra propia vida- lo que el Catecismo de la Iglesia Católica llama “su economía de salvación.”
El plan de amor de Dios tiene una meta. Él quiere unir todo en el cielo y en la tierra en perfecta unidad en Jesucristo. Él quiere que tú y yo –y todos  en el mundo entero- compartan en la gloria de su vida bendita como la Trinidad.
San Agustín dijo, “Si ustedes ven amor, ustedes ven la Trinidad.” Hay una hermosa sencillez en lo que Dios quiere para nuestra vida y para la creación. Dios es amor. Él nos hizo para amar y ser amados.
La economía de la salvación continúa en la misión de la Iglesia. Por eso es que Jesús nos manda a bautizar a los hombres y mujeres de todas las naciones en la vida de la Trinidad.
El Padre nos hace sus hijos e hijas amados en el Bautismo. Por medio de su Espíritu de amor, Él viene a morar dentro de nosotros, para que así podamos compartir su vida divina y su santidad. Él quiere transformarnos lentamente, poco a poco mediante su amor, en la imagen de su Hijo.
La Eucaristía revela este plan de amor. Como Jesús se dio a sí mismo en amor para compartir nuestra condición humana, ahora Él se da a sí mismo como nuestro pan diario. Para fortalecernos en nuestra jornada en esta vida. Para estar con nosotros y vivir con nosotros. Para que crezca su vida divina dentro de nosotros.
La Eucaristía es el sacramento del amor y una escuela de amor. En tanto que nosotros encontramos a Jesús escondido bajo las apariencias del pan y el vino, comenzamos a sentir su presencia en la gente que encontramos cada día. Comenzamos a verlos bajo una nueva perspectiva –como hijos de Dios y nuestros hermanos y hermanas; como compañeros que comparten en la vida bendita de Dios.
Del amor aprendemos amor. Encontramos verdadera felicidad en abrirnos para recibir el amor de Dios y el amor de otros.
Este año, yo veo un hermoso simbolismo en nuestras celebraciones de esas dos grandes fiestas.
La semana pasada, el día anterior al Domingo de la Trinidad, ordené cuatro nuevos sacerdotes. Esta semana, el día anterior a Corpus Christi, ordenaré nuevos diáconos para servir en el altar de Dios.
Este es un hermoso recuerdo de que el ministro ordenado permanece en el corazón de la misión de la Iglesia y en el corazón de la economía de salvación de Dios. En el plan de Dios, el sacerdote es un servidor y un signo. El sacerdote abre para nosotros el corazón de Jesucristo. Él es el instrumento que nos da las aguas vivas y el pan de vida.
Oremos esta semana unos por otros –especialmente por nuestros sacerdotes que nos traen a Jesús. Y recordemos orar cada día para que Jesús llame muchos más hombres a este hermoso trabajo de ser sus sacerdotes.
Pidamos a María, nuestra Santísima Madre, que nos ayude a entender realmente los misterios de nuestra fe, y a vivir realmente esos misterios. De modo que podamos conocer la verdadera alegría en esta vida. Y así, que cada día nos preparemos para vivir para siempre en la luz bendita del Reino por venir.

Comparte esta entrada

votar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola Hermano de Comunidad Mundial Recuerda que DIOS te ama a qui puedes dejarnos tu comentario Gracias.