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No existen los discapacitados en la oración


«Las monjas se reunían a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, como a un predicador. Era el refugio y la consoladora de todos, y tenía, como don singular de Dios, la gracia de revelar libremente los secretos del corazón de cada uno. Muchas personas, no sólo en el monasterio, sino también extraños, religiosos y seglares, llegados de lejos, atestiguaban que esta santa virgen les había liberado de sus penas y que nunca habían probado tanto consuelo como a su lado. Compuso además y enseñó tantas oraciones que si se reuniesen, superarían el volumen de un salterio» (Santa Matilde de Hackeborn, El Libro de la Gracia Especial, VI,1).

Siempre me han impresionado las personas que tienen una discapacidad y que logran salir adelante en la vida. Son gente que ha logrado mostrar al mundo que la voluntad, el entusiasmo y, sobre todo, el amor rompen cualquier barrera. Además, logran desarrollar capacidades que en otros parecen inexistentes. O, más bien, aprovechan las cualidades que ya tienen para salir adelante en la vida. 

A raíz de esto, me he preguntado si existen los discapacitados en la oración, personas que no dispongan de alguna cualidad para orar. Es una pregunta válida y que muchas personas, aunque tal vez no con estas palabras, me han planteado: «tal vez no tengo las cualidades para orar»; «me falta más fe»; etcétera.
Una respuesta puede ser la vida de Santa Matilde, descrita bellamente en el párrafo inicial de este artículo. En el caso de esta mujer, se da justamente lo contrario: Dios la bendijo con innumerables cualidades. Pero –y aquí viene lo importante– supo utilizarlas para acercarse a Dios. Así, por ejemplo, tenía una muy bella voz y por eso fue directora del coro, para alabar mejor a Dios a través de la música. No se guardó nada de lo que tenía, pues se sabía deudora con Dios de lo que era y sabía que toda su vida no era sino un continuo gracias dicho con actos concretos.
Ahora llega la pregunta: ¿cuáles son las cualidades que Dios me dio y que me pueden ayudar a orar mejor? Para algunos, será una gran sensibilidad; para otros será una lógica intelectual que le ayuda a poder descubrir mejor las realidades de la fe; para el de ahí, el arte puede permitirle entrar en diálogo con Dios; para el de más acá, le basta un párrafo de la Sagrada Escritura para entablar una buena conversación con el Señor.
Aunque, ahondando un poco más, tal vez sí que existe cierta discapacidad para la oración. Porque sin Dios, sin su Gracia y apoyo, no podríamos orar. La oración no es un acto meramente voluntarista en el que yo decido orar y se logra. No. Es un diálogo; es cosa de dos.Es más: yo diría que principalmente es obra de Dios. Sin su presencia amorosa, nada somos. Aunque, claro, también tenemos que colaborar con Él; y ahí es donde podemos aportar nuestras pobres cualidades.
En fin, sean las virtudes que yo posea, cada una debe llevarme a entrar en diálogo con mi Creador. Eso es lo importante. Por eso, yo estoy seguro que no existen los discapacitados en la oración. Simplemente algunos tienen más capacidad para un tipo y otros para otro. Lo importante es descubrir cuál es el estilo de oración que más te ayuda y lanzarte a correr por ese camino, guiados por la acción providente de un Dios Omnipotente y que, cosa más importante, te ama con todo su corazón.
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«Las monjas se reunían a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, como a un predicador. Era el refugio y la consoladora de todos, y tenía, como don singular de Dios, la gracia de revelar libremente los secretos del corazón de cada uno. Muchas personas, no sólo en el monasterio, sino también extraños, religiosos y seglares, llegados de lejos, atestiguaban que esta santa virgen les había liberado de sus penas y que nunca habían probado tanto consuelo como a su lado. Compuso además y enseñó tantas oraciones que si se reuniesen, superarían el volumen de un salterio» (Santa Matilde de Hackeborn, El Libro de la Gracia Especial, VI,1).

Siempre me han impresionado las personas que tienen una discapacidad y que logran salir adelante en la vida. Son gente que ha logrado mostrar al mundo que la voluntad, el entusiasmo y, sobre todo, el amor rompen cualquier barrera. Además, logran desarrollar capacidades que en otros parecen inexistentes. O, más bien, aprovechan las cualidades que ya tienen para salir adelante en la vida. 

A raíz de esto, me he preguntado si existen los discapacitados en la oración, personas que no dispongan de alguna cualidad para orar. Es una pregunta válida y que muchas personas, aunque tal vez no con estas palabras, me han planteado: «tal vez no tengo las cualidades para orar»; «me falta más fe»; etcétera.
Una respuesta puede ser la vida de Santa Matilde, descrita bellamente en el párrafo inicial de este artículo. En el caso de esta mujer, se da justamente lo contrario: Dios la bendijo con innumerables cualidades. Pero –y aquí viene lo importante– supo utilizarlas para acercarse a Dios. Así, por ejemplo, tenía una muy bella voz y por eso fue directora del coro, para alabar mejor a Dios a través de la música. No se guardó nada de lo que tenía, pues se sabía deudora con Dios de lo que era y sabía que toda su vida no era sino un continuo gracias dicho con actos concretos.
Ahora llega la pregunta: ¿cuáles son las cualidades que Dios me dio y que me pueden ayudar a orar mejor? Para algunos, será una gran sensibilidad; para otros será una lógica intelectual que le ayuda a poder descubrir mejor las realidades de la fe; para el de ahí, el arte puede permitirle entrar en diálogo con Dios; para el de más acá, le basta un párrafo de la Sagrada Escritura para entablar una buena conversación con el Señor.
Aunque, ahondando un poco más, tal vez sí que existe cierta discapacidad para la oración. Porque sin Dios, sin su Gracia y apoyo, no podríamos orar. La oración no es un acto meramente voluntarista en el que yo decido orar y se logra. No. Es un diálogo; es cosa de dos.Es más: yo diría que principalmente es obra de Dios. Sin su presencia amorosa, nada somos. Aunque, claro, también tenemos que colaborar con Él; y ahí es donde podemos aportar nuestras pobres cualidades.
En fin, sean las virtudes que yo posea, cada una debe llevarme a entrar en diálogo con mi Creador. Eso es lo importante. Por eso, yo estoy seguro que no existen los discapacitados en la oración. Simplemente algunos tienen más capacidad para un tipo y otros para otro. Lo importante es descubrir cuál es el estilo de oración que más te ayuda y lanzarte a correr por ese camino, guiados por la acción providente de un Dios Omnipotente y que, cosa más importante, te ama con todo su corazón.

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