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Eucaristía y generosidad |
La generosidad es la virtud de las almas grandes, que
encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más
que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda
material con cariño y comprensión, y no busca a cambio
que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y
se olvida que ha dado.
El dar ensancha el corazón y
lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto
más damos, más nos enriquecemos interiormente.
¿Con quién tenemos que ser
generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo
con los más necesitados.
Manifestaciones de una persona generosa.
Sabe olvidar
con prontitud los pequeños agravios.
Tiene comprensión y no juzga
a los demás.
Se adelanta a los servicios menos agradables
del trabajo y de la convivencia.
Perdona con prontitud todo
y siempre.
Acepta a los demás como son.
Da, sin
mirar a quién.
Da hasta que duela.
Da sin esperar.
Hagamos
ahora la relación eucaristía y generosidad.
Generosidad, primero, por parte
de Dios.
Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de
la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el
mejor alimento: su propio Hijo. Generoso es Dios porque no
se reserva nada para Él.
Generoso es Dios en su
misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a
todos arrepentidos y con el alma necesitada. Generoso es Dios
cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo
va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico.
Generoso es
Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en
realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro
esfuerzo. Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y
mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y
Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y
la sangre de su querido Hijo.
Generoso es Dios que
nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro
portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones.
Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones,
sin pedir pago ni recompensa. Generoso es Dios cuando nos
ofrece su paz, sin nosotros merecerla.
Generoso es Dios cuando
se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos,
cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se
ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia.
Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo
como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo. Generoso
es Dios que está día y noche en el Sagrario,
velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta
de amor.
Generoso es Dios que se reparte y se
comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para
que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el
símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada
trozo está todo Él entero. Generoso es Dios que no
se reserva nada en la eucaristía.
Y en todas partes,
latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando
una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo
Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en
las sierras deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más
generoso que Dios?
Segundo, generosidad por parte de nosotros.
Aquí, a
la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo
lo que tiene de luces y sombras, y se la
queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro
tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos
pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es
lo que somos y tenemos.
Hemos venido con espíritu generoso para
dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención,
reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento del ofertorio hemos
puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas,
tristezas. En el momento de la colecta se nos ofrece
una oportunidad para ser generosos. En el momento de la
paz se nos ofrece una oportunidad para saludar a quien
tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que
no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos
dones de la eucaristía.
En fin, la Eucaristía es el sacramento
de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e
invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo.
Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.
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